Dos médicos en los nuevos billetes de $2000

Dos médicos en los nuevos billetes de $2000

Homenaje a Ramón Carrillo y Cecilia Grierson.

Merecido homenaje a dos grandes de la medicina. sus rostros ilustrarán el nuevo billete de dos mil pesos que el gobierno pondrá en circulación, probablemente a partir de junio. Ramón S. Castillo, Ministro de Salud, en 1945, y Cecilia Grierson, la primera mujer médica en Argentina. El justo recuerdo, encierra una paradoja, que no invalida la decisión: mientras ellos ocuparán la portada del billete, junto al Instituto Malbrán que estará en el reverso, los médicos seguirán reclamando, a lo largo y a lo ancho del país, honorarios dignos. curiosa paradoja.

Quiénes son los homenajeados 

Ramón J. Carrillo (1906-1956)

Nació en Santiago del Estero, que en aquel entonces era una pequeña ciudad del territorio nacional. Fue un 7 de marzo de 1906. Llamado por su vocación, deja su provincia para trasladarse a Buenos Aires, para estudiar medicina, con verdadera pasión y recibirse en 1929, obteniendo la Medalla de Oro al mejor alumno de su promoción. Ya desde estudiante se inclina hacia la neurología y la neurocirugía, colaborando con el Dr. Manuel Balado, eminente neurocirujano de la época, con quien realiza sus primeros trabajos científicos. Ya recibido abraza definitivamente estas especialidades y obtiene una beca universitaria para perfeccionarse en Europa, donde trabaja e investiga junto a los más destacados especialistas del mundo, entre ellos Cornelius Ariens Kappers.

Cuando regresa, no se interna en una torre de marfil. Llega en una época nefasta para la Argentina, que los historiadores bautizaron con acierto como “la década infame”, caracterizada por el saqueo sistemático y la destrucción. Vive de cerca la profunda decadencia moral de la dirigencia, donde se impone la corrupción, el negociado, la enajenación del patrimonio nacional y el empobrecimiento de una gran mayoría poblacional.

Ramón S. Carrillo, Ministro de Salud, en 1945

No duda, toma partido. Adhiere a un pensamiento nacional que va creciendo, no se queda sólo encerrado en su formación científica, donde es brillante,sino que incorpora las ideas políticas, se mete con la historia, se acerca a la cultura popular, hace suya las nuevas ideas y trabaja activamente el Hospicio de la Mercedes y el Hospital de Alienadas, luego hospitales Borda y Moyano. En 1939, según cuentan sus biógrafos se hace cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central.

Este cargo le permite conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país. Toma contacto con las historias clínicas de los aspirantes al servicio militar, procedentes de toda la Argentina, y puede comprobar la prevalencia de enfermedades vinculadas con la pobreza, sobre todo en los aspirantes de las provincias más postergadas. Lleva a cabo estudios estadísticos que determinan que el país sólo contaba con el 45% de las camas necesarias, además distribuidas de manera desigual, con regiones que contaban con 0,00% de camas por mil habitantes. Confirmó de esta manera sus recuerdos e imágenes de provincia, que mostraban el estado de postergación en que se encontraba gran parte del interior argentino.

En 1942, con sólo 36 años, gana por concurso la titularidad de la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Brillante era su carrera en el mundo científico y académico. Sin embargo, los sucesos históricos harían cambiar radicalmente el destino de su vida y de sus pasiones.

En todos esos años había desarrollado la idea de una nueva concepción de la salud y las bases de un plan sanitario, más cerca de las necesidades populares. En 1943, caído el régimen antipopular, los caminos intrincados de la historia, a partir del Hospital Militar, le permite no sólo conocer, sino conversar largamente con el coronel Perón, en ese entonces secretario de Trabajo y Previsión, sobre el cambio de rumbo que debía tener la atención de la salud.

En 1946, Perón asume por el voto popular la presidencia de la Nación y no se olvida de las ideas de este médico santiagueño, convirtiéndolo consecuentemente en Secretario de Salud Pública, que muy pronto se convertiría en el Ministerio de Salud y Asistencia Social, demostrando el interés que despertaba el plan sanitario de Carrillo. Dos objetivos planteaba desde sus convicciones: “La medicina no sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir en salud y tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida. La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el objetivo principal es ya no curar al enfermo sino evitar que esté enfermo”.

Difícil es enumerar la prolífera obra del Dr. Carrillo frente a esta cartera. Lleva a cabo acciones que no tienen parangón hasta nuestros días. Esta revolución sanitaria, diseñada y llevada adelante por Ramón Carrillo, aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954, cuando se retira. Erradicó, en sólo dos años, enfermedades endémicas como el paludismo, con campañas sumamente agresivas. Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. Redujo drásticamente el índice de mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil.

Todo esto, dando prioritaria importancia al desarrollo de la medicina preventiva, a la organización hospitalaria, a conceptos como la “centralización normativa y descentralización ejecutiva”.

Cecilia Grierson (1859-1934) 

Fue la primera médica argentina. El historiador Felipe Pigna, uno de sus biógrafos, la define como un símbolo de lucha y de entrega; “Una mujer que en pleno siglo XIX supo convertir obstáculos en desafíos, y labrarse un destino muy diferente al que la sociedad de entonces le tenía reservado”.

Como médica, fue pionera –recuerda Pigna- en el campo de la obstetricia y la kinesiología. Pero además fue educadora incansable, participó del mundo de la puericultura, difusora de los primeros auxilios, creadora de instituciones que fueron centrales en el desarrollo de la medicina.

Cecilia Grierson, primera mujer médica en Argentina

Hija de inmigrantes escoceses e irlandeses, vivió su infancia en Uruguay, para luego trasladarse a Entre Ríos, donde el padre había adquirido una estancia. Cursó sus primeros años de estudio en colegios ingleses, en el contexto de una familia de nivel intelectual, lo que le permitió acceder a una importante biblioteca familiar.

Los problemas económicos de la familia se acrecentaban, tanto que a los diez años debió salir del internado para volver a su hogar, para ayudar a su madre en la crianza de sus hermanos. Y tras la muerte de su padre, cuando tenía apenas 14 años, se debió hacer cargo de la escuela rural que abrió dentro del campo, para ayudar en la mantención de su familia.

Atraída vocacionalmente por la educación, logra partir a Buenos para convertirse en maestra normal, mientras trabajaba como institutriz. Se recibió en 1878 y ejerció en una escuela parroquial. “Todo parecía indicar que su vocación estaba en la docencia, pero la vida la puso nuevamente al timón de su destino”, relata Pigna. “Una amiga enfermó y Cecilia quiso encontrar el remedio para curarla de un trastorno respiratorio crónico. Tomó entonces una decisión descabellada que cambiaría su vida y la de muchas mujeres: estudiaría medicina, una carrera por entonces exclusivamente para hombres”.

No le resultó fácil. No había antecedentes de que una mujer optara por la medicina. Tuvo que enfrentarse a disposiciones reglamentarias, que le cerraban el paso, entre la exigencia de haber aprobado latín, materia que sólo se daba, recuerda Pigna, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que sólo tenía alumnos varones.

Su vocación era muy fuerte y luchó hasta ser admitida. Obtuvo su título en julio de 1889. “Sus acciones confirmarían su vocación de transformadora de aquella realidad en la que vivió, aunque no siempre pudo vencer los prejuicios de la época y en ocasiones sus aspiraciones se estrellaron contra los cánones impuestos por una sociedad que resistía el acceso de las mujeres a disciplinas reservadas hasta entonces para los hombres. En 1894, se inscribió en un certamen para ser profesora sustituta de la Cátedra de Obstetricia para parteras, pero el concurso fue declarado desierto. “Fue únicamente a causa de mi condición de mujer, según refirieron oyentes y uno de los miembros de la mesa examinadora, que el jurado dio en este concurso de competencia un extraño y único fallo: no conceder la cátedra ni a mí ni a mi competidor. Las razones y los argumentos expuestos en esa ocasión llenarían un capítulo contra el feminismo”, recordaría años más tarde.

En 1886 fundó la Escuela de Enfermeras, más tarde creó la Asociación Médica Argentina, la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios y la Asociación Obstétrica Nacional de Parteras. Fue vocal de la Comisión de Sordomudos, secretaria del Patronato de la Infancia, inspectora del Asilo Nocturno. En 1899 participó en Londres del Congreso Internacional de Mujeres, que la eligió vicepresidente. De regreso al país, en 1900 fundó el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina y mástarde la Escuela Técnica del Hogar. Fundó también el Liceo Nacional de Señoritas. Presidió el Primer Congreso de la Sociedad de Universitarias Argentinas y formó parte del grupo fundador de la Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social.

“Hay que despertar corrientes de bondad”, le dijo alguna vez a Elvira López. Su lucidez, vocación de servicio y contacto con la realidad de su tiempo la llevaron a concretar iniciativas de carácter práctico, como el uso del uniforme obligatorio para enfermeras, la utilización de sirena en las ambulancias, el reparto de juguetes a niños hospitalizados y la decoración de salas pediátricas. Su legado incluye numerosos escritos sobre diversos temas como Masaje práctico, La educación del ciego, Cuidado de enfermos, Primeros auxilios en caso de accidentes y Guía de la enfermera.

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