El Dr. Miguel Díaz se retira después de 40 años del Hospital Rawson
Tras cuatro décadas el Dr. Miguel Díaz dejó la dirección de su lugar en el mundo.
Llegó al Hospital Rawson como practicante en 1984 y se retiró como el titular de la conducción. en diálogo con Ethica Digital cuenta cómo vivió algunos de los hitos que atravesó el hospital. Desde la pandemia de VIH hasta la de Covid, el establecimiento fue escenario de algunos de los capítulos más desafiantes para la salud de Córdoba.
Miguel Díaz tiene 63 años y dos tercios de su vida, casi cuatro décadas, las transitó en el Hospital Rawson, al que ingresó en 1984, como practicante, mientras estudiaba la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Llegó allí por un cartelito pegado en el Hospital San Roque, donde se estaba formando, que decía: “Llamado a concurso para practicantes – Hospital Rawson”. Cuando vio cómo se trataba a la gente en el establecimiento, se dijo: “Este es mi lugar en el mundo”.
En realidad, su vínculo con la institución se remonta más atrás en el tiempo, a cuando iba a estudiar a la casa de un compañero del Colegio Nacional de Monserrat y el colectivo que lo trasladaba subía por Bajada Pucará, doblaba por la calle Ferroviarios –que hoy separa al Rawson del Hospital de Niños– y él divisaba un pequeño edificio cuya actividad desconocía y terminaría siendo su segunda casa. Estaba en los últimos años del secundario y un profesor le recomendó que, si quería aprender Biología, estudiara Medicina, lo que, en los hechos, era decirle que siguiera sus pasos.
Casi cuatro décadas después, Miguel Díaz dejó el Rawson en enero, luego de haber hecho en él toda la carrera que puede hacer un médico en un hospital público. También le debe en buena medida haber formado su familia, ya que conoció a su esposa allí.
En diálogo con ETHICA DIGITAL, rememora sus años en el reconocido centro, comenzando por sus inicios. “El practicanato del Rawson era muy reconocido, porque tenía una buena estructura administrativa y un respaldo hospitalario muy importante, era una suerte de semillero de futuros residentes y también era un espacio político”, revela.
Tras recibirse en 1986, Díaz comenzó su residencia allí mismo, en 1988.“En el primer año, nos mandaban al interior –narra– y a mí me tocó Villa Dolores, donde hice cuatro especialidades básicas. Los otros tres años sí los hice en el hospital”, relata.
Concluidos esos primeros años de formación, fue jefe de Residentes durante dos años; luego, médico de guardia, de terapia intensiva, de sala y de consultorio externo. El conflicto del sector de la salud con el gobernador Ramón Mestre, a fines de la década de 1990, lo encontró encabezando la resistencia en su hospital y, en septiembre de 1999, luego de que José Manuel de la Sota asumió en julio de ese año como gobernador, al igual que sucedió con otros dirigentes que se habían opuesto a las reformas de Mestre, comenzó a formar parte de la conducción, al hacerse cargo, junto con Hugo Roland, de la subdirección. Finalmente, tras un paso como jefe de Sala, asumió como director en 2019.
Pandemias
El Rawson fue un escenario estratégico para seguir aprendiendo sobre enfermedades nuevas o poco conocidas. En ese sentido, Díaz destaca que vivió varias pandemias, comenzando por la de VIH a mediados de la década de 1980.
“Al poco tiempo de ingresar, en el hospital se asistió al primer paciente con VIH diagnosticado en Córdoba, de manera que estuve presente a lo largo de toda la pandemia y viví todo lo que significó”, destaca. “En ese momento, las personas no tenían tratamiento, quienes vivían con VIH eran expulsadas de sus trabajos, de sus ámbitos sociales, de sus familias. Muchos de ellos morían absolutamente solos. Para quienes éramos médicos jóvenes, es decir, la mayoría, no sólo fue una cuestión de aprendizaje, sino una experiencia muy dura. Por suerte, teníamos a quienes nos guiaron”, añade.
Díaz también atravesó el último tramo de la epidemia de meningitis por streptococo, una epidemia de sarampión, el cólera, la amenaza de Antrax, la posible llegada del Sars 1 a comienzos del siglo, el brote de dengue en 2009, la gripe A ese mismo año y, finalmente, el COVID 19.
“A uno que le gusta la infectología, haber asistido a todos ellos fue toda una experiencia”, resume hoy.
Cualquiera fuera el cargo que tuviera en cada momento, asegura que siempre estuvo en la trinchera. “Nunca dejamos la tarea asistencial. Además, teníamos que preparar a todo el equipo para este tipo de desafíos y de contingencias que surgían de manera imprevista”, afirma.
En algunos casos, reconoce, hubo que aprender sobre la marcha. Primero, a diagnosticar y, luego, a prescribir el tratamiento. Y, en el medio, también a protegerse. “Una de las cuestiones que más está internalizada en el Rawson es la de la bioseguridad, de los cuidados, de cuidar al personal, de cuidar al otro, al compañero. La pandemia de VIH fue la más importante en términos de preparación del hospital en bioseguridad”, apunta.
Otro desafío fue encabezar la resistencia ante medidas adoptadas por el gobierno de Mestre, a fines de la década de 1990, que impactaban en el sector de la salud pública, acción que posicionó a muchos dirigentes que luego fueron convocados por José Manuel de la Sota cuando asumió como mandatario provincial para que participaran en la gestión de los establecimientos.
En ese momento, Díaz era jefe de Día de la Terapia Intensiva y médico de sala y se opuso a las políticas que buscaba implementar Mestre, al considerarlas “temerarias”.
“La lucha del equipo de salud fue muy importante, y muchas de aquellas personas que participaron en esas actividades gremiales ocuparon cargos directivos”, rememora. Pasado ese trance, Díaz asumió la subdirección del Rawson, junto con su colega Hugo Roland.
Comunicar salud
Una de las características de Díaz fue su apertura a la prensa, aún en momentos críticos, como la pandemia de Covid.
“En salud, comunicar es muy importante, porque permite desarrollar muchas medidas preventivas, posibilita que los mensajes lleguen a mucha gente y que la población se informe, para que los ciudadanos sean ellos mismos agentes de prevención”, opina. “Por otra parte –añade– la comunicación social y las personas que hacen comunicación social son aliados muy importantes para el equipo de salud”.
Entre los temas arduos que debió abordar en aquellas épocas de alta demanda informativa estuvo el contagio del personal de salud, en un momento complejo en el que los profesionales estaban agotados por el aumento de casos y el pluriempleo.
Hoy, Díaz considera que las dos pandemias que lo impactaron más fueron la de VIH y Covid, pero que hubo matices, estrictamente sanitarios, también los tuvo sociales, económicos e, inclusive, políticos, y se extendió en el tiempo. De hecho, creo que todavía se registran. En el caso de Covid, todo se superpuso y fue extremadamente rápido”, describe. “Los aspectos sanitarios eran desconocidos, la información nos llegaba de los países del hemisferio norte y las novedades se sucedían a diario, casi hora por hora. También tuvo impacto económico y connotaciones políticas acá y en todo el mundo. Y nosotros estuvimos en medio de todo eso”, recuerda. Y completa: “El objetivo del equipo de salud fue salvar vidas; evitar que la mayoría de la gente padeciera la enfermedad y,si la padecía, que se recuperara y no falleciera”.
Infectadura
En la pandemia, la relación de la población con el equipo de salud atravesó distintas etapas: pasó del aplauso a la indiferencia e, incluso, en algún momento, especialistas como los infectólogos fueron duramente criticados porque fueron asociados a las restricciones impuestas para evitarlos contagios.
Díaz coordinaba el grupo asesor del Ministerio de Salud y destaca el trabajo que realizaron sus pares para lograr que en Córdoba no se produjeran situaciones límite, como tener que elegir entre pacientes para aplicar un tratamiento o conectar a un respirador. “En Córdoba tuvimos una de las tasas de letalidad más baja y en el Rawson tuvimos una tasa de mortalidad y de letalidad de personas que tuvieron asistencia respiratoria mecánica muy inferior a otros centros del país. Entonces, yo creo que ‘infectadura’ fue un término político que hizo muy mal a lo sanitario, y que en algunos momentos contribuyó al hartazgo de la gente”, reflexiona.
En noviembre de 2021, la aparición de la variante Ómicron –que en Córdoba se extendió a partir de una fiesta de egresados– significó otra sacudida para el sistema y, según Díaz, se verificaron dos situaciones que lograron compensarse: por un lado, había hartazgo en la población, que ya no quería acatar medidas ni seguir protocolos; pero, por otra parte, una buena porción ya estaba vacunada, lo que redujo el posible impacto que podría haber tenido. En el medio, el equipo de salud seguía sometido a una gran presión, pero la inmunización fue clave. “Hubo un antes y un después de la vacuna; sobre todo, en términos de gravedad de los casos y de mortalidad. Nosotros lo notábamos; fue un hito que permitió pasar a una segunda etapa en términos de asistencia y contribuyó a proteger al equipo de salud”, manifiesta.
Díaz se despidió del establecimiento que eligió con convicción y que hizo su lugar en el mundo con el recuerdo de quienes lo acompañaron en su travesía, incluidos aquellos que hoy considera que fueron “maestros de la vida, no sólo médicos”. “De ellos recibí enseñanzas que no salen en los libros, que no te transmiten en una cátedra, ni en una clase, ni en un congreso”, cuenta y revela que ahora se dedicará a su consultorio particular.
Nota y entrevista de Alejandra Beresovsky.
Fotografía gentileza de Facundo Luque / La Voz.