Festejamos el Día del Médico

Festejamos el Día del Médico

El pasado 2 de diciembre, en las vísperas –a pesar de todos los pesares-  celebramos nuestro día. Estamos convencidos, que era y es preciso festejar. Dejar aflorar el inmenso orgullo de ser médicos; la honda satisfacción por los avances de la medicina que nos permite salvar más vidas; curar enfermedades que antes no podíamos hacer. Con mejores instrumentos para realizar mejores diagnósticos, con mejores medicamentos para mejores tratamientos.

El desarrollo científico y tecnológico en salud ha sido permanente. Los cambios culturales derivados son parte de una nueva realidad. Atrás quedó una medicina paternalista, para lograr jerarquizar una atención basada en la relación estrecha entre médico-paciente, reconociendo sus legítimos derechos; estos avances permitieron profundizar una visión profundamente humanista, en todas las manifestaciones de la práctica médica, que van desde el parto humanizado a la muerte digna, sólo para dar un ejemplo. Hoy hablamos de Inteligencia Artificial, que ya está contribuyendo a una mayor precisión diagnóstica y si logramos regular su desarrollo, la contribución a la medicina nos seguirá sorprendiendo y nos permitirá seguir avanzando si somos capaces de privilegiar siempre las razones de la ciencia médica por las imposiciones de la economía.

Pero a pesar de todo ello, digno motivo de los festejos, desde hace tiempo los médicos no estamos bien. Mientras la ciencia y la tecnología aplicada a la salud avanzan, los sistemas de salud –en el mundo, no solo en nuestro país- están enfermos, en algunos casos en terapia intensiva. Hay menos médicos y especialidades en riesgo de no cubrir las necesidades. Por las condiciones económicas, nos concentramos en las grandes ciudades y quedan marginadas poblaciones de nuestros interiores provinciales. ¿No necesitan de un tratamiento especial que asegure el acceso de todos a la salud?

No estamos bien. Luchamos desde hace ya muchos años por honorarios dignos y mejores condiciones de trabajo y la respuesta es el silencio, lo que nos obliga al multi-empleo y, en algunos casos, al co-seguro que no es una solución, pero que alivia la situación. Estamos prisioneros, sin voz ni voto, ante el poder de los llamados “financiadores” de la salud, ya sean estructuras de medicina prepaga o de obras sociales. Somos trabajadores sin paritarias. ¿Quiénes se llevan más de la mitad de la torta? ¿Qué no hay datos precisos? ¿Cuánto nos cuesta tenerlos?

No estamos bien, somos los convidados de piedra, en la definición de las políticas de salud. Necesitamos participar, con ánimo positivo y debatir a fondo los temas que subyacen bajo la crisis. ¿Cuán difícil es discutir, por ejemplo, si realmente el presupuesto en salud es suficiente o como señalan algunos está mal distribuido? Hay estudios de la Organización Mundial de la Salud afirma que en nuestro país puede llegar a 10,8 puntos, lo que indicaría que hay posibilidades de cubrir las necesidades de la atención, pero se dice simultáneamente que la suma está dividida en tercios iguales para el sector público, el sector de las obras sociales y el sector privado. ¿La población que atiende a la salud está realmente dividida en tercios?

¿Los medicamentos deben estar incluidos en un sistema de salud o es un mundo aparte, donde no hay control? ¿El Estado como garante de un sistema de salud de fácil acceso para todos, debe intervenir en el costo de la medicación?

No estamos bien. Los que sacamos la cara por el orden caótico de la atención médica, somos nosotros, los que no tenemos voz y voto. La sociedad nos toma como culpables, aumenta la agresión contra todos los trabajadores de la salud. Es como si se pensara que a las enfermedades “las cura el cielo y nosotros cobramos injustamente los honorarios”.

Hoy estamos ante una nueva instancia. Sabemos de alguna manera las eventuales y supuestas recetas económicas, que cada uno podrá analizar y hacerse una opinión, pero nosotros los médicos carecemos de información básica en lo que nos toca más de cerca, porque la sufrimos todos los días. Esperamos ansiosos conocer los planes y programas, porque la crisis está y se profundiza. Deseamos ser convocados, para dar nuestra opinión, para aportar nuestra mirada.

Somos plenamente conscientes que esta crisis no es de la salud, sino del sistema de salud y como lo hemos dicho públicamente, ese sistema en crisis que viene de lejos, pone en riesgo la atención sanitaria.

Festejemos  el orgullo de ser médicos, pero reclamemos diálogo.  Tenemos para aportar, para debatir, para consensuar soluciones.

 

Editorial de la revista Ethica Digital, edición Nº 165

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