La Pediatría ¿Una especialidad del pasado?
El Dr. Diego Almada es miembro de la junta directiva del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba. Su especialidad es la pediatría. Es precisamente desde allí que hace un llamado a pensar y a obrar. Levanta su voz ante el riesgo cierto de que la sociedad, como marca la tendencia, se quede sin pediatras. Un problema que se profundiza, ante el silencio. Ethica Digital publica hoy su alegato.
Pediatra, “Rara Avis”
Llevo casi la mitad de mi vida como pediatra y no comprendo cómo nos hemos permitido como sociedad quedarnos sin profesionales de esta especialidad en la actualidad.
¿Es que no somos conscientes del valor simbólico que representa la puericultura? En tiempos líquidos, no hay espacio para la cultura del acompañar. ¿Es que nos da lo mismo la caricia del tacto y el encuentro hipnótico de la mirada de un niño que el artificio de la “teleconsulta” en tiempo real?
La pediatría, el desarrollo y la humanidad
“La pediatría es una disciplina integradora que ve, estudia y atiende al hombre en su proceso de desarrollo. Es la medicina del desarrollo humano, y tiene, por lo tanto, un significado, un alcance y una proyección de enorme y múltiple trascendencia. El desarrollo humano es y debe ser el componente fundamental y principal del progreso social”.
Nuestra era fue invitada compulsivamente al siglo del desarrollo, del encuentro del hombre con el hombre mismo y, de pronto, nos encontramos ante el gran desafío que supone la divergencia de caminos.
En esta sociedad del espectáculo y la intolerancia a la frustración, seducidos por la inmediatez de los resultados, como autómatas del click, nos embriagamos con la inteligencia artificial sin esperar; peor aún, sin reflexionar.
El desarrollo debería sustentarse en la plena expresión de las potencialidades de cada uno de los miembros que constituyen esa sociedad y, en ese sentido, la pediatría contribuye directamente, propiciando las condiciones necesarias de acompañamiento en los primeros ciclos de la vida, para lograr ese objetivo. Su impacto no se limita al alcance directo, cuidando el armónico proceso de crecimiento y desarrollo individual y la continuidad de su proyecto histórico de realización personal, sino también, indirectamente, a través de su huella social.
Paideia Y Sociedad
La proyección del pediatra es en el niño y su crianza, la familia, la educación y la cultura de su comunidad. Su rol presente y futuro resulta trascendental, se despliega en lo pedagógico, anticipándose a través de la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. Con compromiso ético y moral, accede al mundo de la niñez, defendiendo, vigilando y protegiendo sus derechos y contribuyendo con estas acciones a potenciarla para lograr una mejor sociedad.
Pediatra, Mutatis Mutandis
Nadie es imprescindible en esta sociedad fetichista que humaniza las cosas, más aún aquellos portentosos suntuarios tecnológicos, y cosifica lo humano como premisa necesaria del desarrollo.
Estamos dejando atrás un bagaje lento y fundamental, de tiempo, de amorosa dedicación, de conocimientos aprehendidos, de experiencias sentidas, de errores y aciertos, de tristezas y alegrías; es decir, de plena humanidad.
Estamos perdiendo personas que empatizan con los niños ante el frágil equilibrio de salud y la enfermedad, abandonando la confianza que solo da el cariño de estar cuando uno siente que hace falta, despreciando el sosiego del “quédate tranquila, mamá”, desatendiendo la risa ocurrente sonsacada de la inocencia, la complicidad de la mirada y el acuerdo tácito que supone “lo dice tu doctor”.
Se denosta el final de la angustia en la frase “estas sanita, no tenés nada, andá”. Y se olvida de la garantía del “no hace falta antibiótico”, “es una quinta enfermedad”, o “eso es normal, está creciendo fantástico, felicitaciones sigan así, teta, nada más”. Ya no habrá más humildad en el “no sé qué decirte, hay que esperar, llamáme ante cualquier novedad”.
Tampoco el insomnio de noches sin dormir pensando en tu hijo y en “vos ¿cómo estás?”. Y será en breve un vetusto recuerdo la plenitud del abrazo, la legitimidad de la elección mutua, la escucha, la palabra, el silencio, el vivencial milagro del despertar compartido, el sentido del “gracias” y del inefable, “gracias a vos” en la más profunda intimidad.