La política de salud, esa innombrable

La política de salud, esa innombrable

Una discusión clave
Por Diego Almada2

Los sistemas de salud reproducen y amplían los cambios sociales. Si partimos de un consenso sobre esta afirmación, es posible aseverar que la salud de la población no puede escindirse de la política. Sin embargo, ya sea por simplismo, por hartazgo o por falta de compromiso, el cambio social que atravesamos nos sitúa en el reduccionismo explícito del “todo es corrupción, no vale la pena, no te metas, siempre es lo mismo”. El efecto directo de esa lógica conduce a la perpetuación del statu quo.

Aunque coincidamos en que el sistema de salud necesita una reconversión –entendida como un cambio en la misión– en las prioridades y en la función, siempre hay un “pero”, que lo aleja de nuestra necesidad sentida como comunidad. De esta forma, lo urgente tapa lo necesario. Y esto es tan necesario como urgente.

Dejemos de poner pasto en los zapatos para que vengan los Reyes con la solución, deben estar con otras urgencias, no van a venir. Y, aunque repitamos las recetas, no siempre es lo mismo y no siempre vale la pena.

Vivimos en un Estado incomprendido, debilitado, como un chicle tantas veces mascado, con una reforma interminable que se repite en globos de desmesura que luego se achican hasta vaciarse y con consecuencias que impactan en la sociedad.

Estos ensayos ya han terminado en reducciones de la acción en seguridad social, en involución de indicadores sanitarios y en aumentos en la morbimortalidad.

Hoy, se suma una crisis en el talento humano sin precedentes: hay grupos poblacionales que no cuentan con médicos y este déficit se va a profundizar.

Un sistema de salud es una gran empresa social, con principios y valores que definen las funciones del Estado, dispuestas para su desarrollo. El nuestro parece no ser una prioridad: sus principios y valores son –y han sido– mercantilizados, cooptados, desviados o, al menos, desatendidos en su verdadera necesidad.

Nuestro sistema de salud cruje por ineficiencia e inequidad. Sobre administrado, sub gestionado y con resultados que dejan que desear, exige estrategias que modifiquen esa realidad. Sus componentes culturales de confianza en la relación entre quienes lo conforman están divorciados: la política, de la salud; la salud, de los ciudadanos; los ciudadanos, de la política y de la salud. Y la lista sigue: los hospitales, de los pacientes; los pacientes, de los médicos, y los médicos, de los pacientes, la política y la salud.  Los Reyes Magos lo confirmaron: no van a venir.

En esta arena de recelo y desaprensión, sin líderes visionarios, con actores descontentos y abrumados, seguiremos pensando que el compromiso es una mala palabra, que todo será lo mismo, que no hay que meterse, que no vale la pena.

Yo sigo creyendo que la política sanitaria necesita de nosotros y que, si nos juntamos, hay esperanza.

2.Miembro de Junta Directiva 

 

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