¿Hay una medicina chatarra?

¿Hay una medicina chatarra?

Informe Especial

Ethica Digital aborda la nota El multibillonario de la Medicina Chatarra del reconocido autor Pablo Laborde, cuyas obras incluyen las novelas Bicéfala; Mueren, se reproducen, crecen y nacen; y Los que matan el Tiempo y lloran en su entierro.

La nota de Laborde inicia con una cita que invita a la reflexión profunda, atribuida a Aldous Huxley: “La medicina ha avanzado tanto que ya no queda nadie sano”.Y la concluye agregando la necesaria cautela: “ante cualquier duda, consulte a su médico”.

Sobre esta base, y con el propósito de abrir el debate e integrar una perspectiva profesional y ética, presentamos la mirada crítica que los integrantes de la Comisión de Bioética del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba han elaborado.

Iatrogenia que me hiciste mal y sin embargo te quiero

  • “En los pisos de televisión suele anidar galenos de pulcro guardapolvo o traje fino –simpaticones o circunspectos, dependiendo de la impronta del programa-, que con semblante grave exhortan al televidente a observar preceptos de salud. Alertan sobre potenciales dolencias psicofísicas y disparan frases del estilo“no se auto medique, señora” o “no olviden su chequeo semestral”  Después en el corte, una catarata descomunal de comerciales medicinales (normalmente  morbosos y repulsivos) incitará al paciente (desde el discurso publicitario se asume “paciente” al espectador) al consumo de todo tipo de sustancias de venta libre, tales como aspirinas, antihistamínicos, laxantes orales y supositorios, antipiréticos, sedantes, inhibidores de la bomba de protones, lágrimas artificiales, protectores gástricos, óvulos vaginales, inductores del sueño, antimicóticos, antipiojos, cremas para la diabetes, antitusivos, expectorantes, antiarrugas, antirronquidos, antigripales, multivitamínicos, emulsiones antihemorroidales y un inmenso etcétera”.
  • “La tanda publicitaria, mayormente medicamentosa, pareciera diseñada pura y exclusivamente para concretar la venta que inició el visitador médico televisivo con su speech alarmista… Se fragua así un avieso tridente conformado por agentes de propaganda del lobby farmacéutico, entres gubernamentales de salud pública y corporación mediática con aparato publicitario incluido.
  • Bien, ¿y cuál es el problema? Que el tridente está ahí para ganar dinero (por lo menos dos de los dientes del tridente tienen claros fines de lucro) y hará lo imposible para colocar su mercancía a una población hiperocupada, que caerá víctima de la medicina chatarra y pagará cara la falta de información veraz, libre de sesgos e intereses creados, influenciada por mercantes que avalan el lucro sin chistar ni analizar a fondo, en lugar de incentivar al ciudadano a instruirse y discernir sobre su salud con un criterio más naturalista y reflexivo, que apele al fármaco como posrecurso y no ante el menor  síntoma. Desde el aparato de propaganda se enseña a desoír al dolor, a silenciar el síntoma, a callar con pastillas cualquier viso intuitivo o sabiduría ancestral que pudiera aflorar.
  • A partir de determinada edad, sería bueno que una persona conociera su cuerpo, su mente, su espíritu, que fuera de alguna manera su propio médico, reservando la sumisión al régimen sanitarista para casos agudos, en que la tecnología aplicada a la salud y la expertise médica han demostrado eficiencia y eficacia. Pero no se estimula tal emancipación y, más allá del derroche que implica el consumo de semejante cantidad de porquerías sintéticas promocionadas en los medios –y de que nada bueno devendrá a un cuerpo repleto de químicos–, no se soluciona el problema de fondo. Como mucho, se podrá paliar, o hasta curar, pero no sanar.
  • Por otro lado, ya no pasa desapercibido el truquillo de inventar enfermedades, trastornos y padecimientos: el asunto consiste en poner un nombre altisonante, normalmente una sigla distante y solemne; el célebre ardid politiquero que a diestra y siniestra han usado las ideologías extremas, ese de inventar o deformar palabras y modismos e imponerlos para obtener los favores de abrir un quiosco en una zona transitada. El lenguaje performativo que le dicen. Según la IA de Google, “poderosa herramienta que no solo permite hablar sobre el mundo, sino crearlo, transformar la realidad a través de nuestras palabras y acciones, especialmente en el ámbito social y cultural”. Ejemplo: agregar una “s” a un vocablo común para darle estatura filosofal y política: juventudes, infancias, niñeces, diversidades…
  • ¿La culpa es de los médicos? No, la inmensa mayoría a menudo nos salva la vida en cuadros agudos; trabajando muchas veces en condiciones paupérrimas y con salarios bajos. Pero al igual que sus pacientes, acaban encadenados a un sistema perverso.

La mirada crítica de la Comisión de Bioética del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba

Dra. Virginia Lilián Viale / Dr. Carlos Soriano / Dr. José Manuel Torres Capobianco
Dra. María Fernanda Marchetti / Dr.  Omar Francisco Hiruela / Lic. Cristina Gava

Pablo Laborde afirma que “a partir de determinada edad, sería bueno que una persona conociera su cuerpo, su mente, su espíritu, que fuera de alguna manera su propio médico, reservando la sumisión al régimen sanitarista para casos agudos, en que la tecnología aplicada a la salud y la expertise médica han demostrado eficiencia y eficacia. Pero no se estimula tal emancipación y, más allá del derroche que implica el consumo de semejante cantidad de porquerías sintéticas promocionadas en los medios –y de que nada bueno devendrá a un cuerpo repleto de químicos–, no se soluciona el problema de fondo. Como mucho, se podrá paliar, o hasta curar, pero no sanar”.

La Comisión de Bioética sostiene que conocerse es indispensable, pero ello –señala- no convierte en médico a nadie.  La reflexión es tarea permanente del ser humano (conócete a ti mismo, afirmaba Sócrates) porque estamos “siendo” (gerundio) y nunca “terminados”.

Con respecto a la relación paternalismo vs autonomía, debemos señalar que –desde la Bioética- se habla de una “alianza terapéutica” entre alguien que necesita ser ayudado por alguien que se compromete en esa ayuda. La Beneficencia no debe ser sólo patrimonio del profesional de salud (Paternalismo), sino que debe participar el paciente con sus propios valores, convicciones, creencias (Autonomía) para encontrar una decisión prudente racional y razonable.

Autonomía del paciente no significa “hacer o desear cualquier cosa”, sino la capacidad de la Relación-Clínica (antes llamada Relación Médico-Paciente) está basada precisamente en la “comunicación”, que requiere considerar las dimensiones cognitivas interrogatorio, examen físico, métodos de diagnóstico, etc. facilitando al profesional información para llegar a un diagnóstico certero, tratamiento y pronóstico. Pero hoy si hay alianza, no se impone ni un modelo Paternalista, ni un modelo Autonomista.

La Relación Clínica (antes llamada Relación Médico-Paciente) está basada en la “comunicación”, que requiere considerar las dimensiones cognitivas: interrogatorio, examen físico, métodos de diagnóstico, etcétera, facilitando al profesional información para llegar a un diagnóstico certero, tratamiento y pronóstico. Pero hoy se requiere también una comunicación a nivel de sentimientos, una necesaria interacción que genere confianza del paciente y compromiso por parte del profesional. Aquí no hay sumisión, hay alianza, no se impone ni un modelo Paternalista, ni un modelo Autonomista.

Somos conscientes que la Relación-Clínica no tiene las condiciones necesarias que faciliten esta alianza: tiempo escaso para la consulta, agotamiento, malas remuneraciones. En fin, la realidad por todos conocida.

Creemos que es un grave error afirmar: “reservando la sumisión al régimen sanitarista para casos agudos!!!”, cuando es necesario el seguimiento de patologías que no duelen y son crónicas: diabetes, hipertensión, etc. y que sin control disminuye no solo la expectativa de vida sino también la calidad de vida. Es de una ignorancia supina, desconocer que los adelantos tecnológicos, correctamente aplicados (medicina basada en la evidencia) han mejorado el diagnóstico y tratamiento de enfermedades antes intratables.

Laborde afirma que “se fragua así un avieso tridente conformado por agentes de propaganda del lobby farmacéutico, entes gubernamentales de salud pública y corporación mediática con aparato publicitario incluido. Se entiende perfectamente el lobby farmacéutico y la corporación mediática, pero el rol de “entes gubernamentales de salud pública” no es claro, solamente se señala que no participan por el interés financiero entonces, ¿cuál es la malicia de entes responsables que realizan campañas de prevención de epidemias, énfasis en la vacunación adecuada, etcétera?

Así mismo señala Laborde que “El consumo de semejante cantidad de porquerías sintéticas promocionadas en los medios –y de que nada bueno devendrá a un cuerpo repleto de químicos–, no se soluciona el problema de fondo. Como mucho, se podrá paliar, o hasta curar, pero no sanar. Pero el autor no señala, ni explica las diferencias.

El autor pone a todos en la misma bolsa y esa generalización nos parece que es incorrecta. Que el afán de lucro sea la prioridad para el lobby farmacéutico y el mediático no justifica descalificar la tarea que sanitaristas, especialistas, generalistas , que día a día aportan al mejoramiento de la salud de la población, aun sabiendo que la salud no es sólo prevenir, curar, rehabilitar deterioros corporales y mentales, sino mejorar la calidad de vida y aquí entran la satisfacción de necesidades básicas (vivienda, educación, salarios dignos, esparcimiento) que tanto carecen segmentos de la población cada vez más numerosos.

En resumen: el autor realiza una crítica hacia la “medicalización de la vida” y la “mercantilización de la medicina”, pero sin una justificación fundamentada racional y razonable.

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